lunes, 7 de mayo de 2012

Possesed.


-está recién cocinadito, eh? no es una gran historia, ni mucho menos, sólo una transcripción de una escena que tengo en mente. Si alguna vez uno de los  muchachos de Carmina Burana lee esto va a ser... no sé, un poco raro. Perdón Poyla por haber usado tu nombre! :P-

Possesed
            Possesed entra en su cuarto y traba la puerta con sus siete llaves. La única ventana del cuarto, teñida de rojo a base de cintas pegada en ella, tapiada por ambos lados, se esfuerza por filtrar tenuemente la poca luz del amanecer. Los ojos de Possesed aprendieron a ver mejor en la oscuridad que a la luz.
            Se prepara antes de llevar a cabo su sacrificio, busca sentirse más humano, quiere saber qué se siente sentir algo. Corta un mechón de su oscuro y enmarañado cabello, y lo quema, sin mirarlo, con su encendedor, rojo por ley. Respira el humo que el pelo exhala mientras se consume. Entonces, rápidamente, lo apaga contra su antebrazo. Aprieta la lengua contra el paladar, en ése punto que él conoce, buscando llorar; mas es inútil, sabe que ya no puede. La quemadura en su brazo rápidamente comienza a cicatrizar, como tantas veces antes.
            Decide invocar a sus santos en busca de ayuda, grita sus nombres hasta quedarse sin aire. “¡Moinset! Señor de los dolores incurables, ¿por qué me has abandonado? Poyla, oh Poyla, ¿cómo no saludas a tu hermano, encerrado en sí mismo, en este cuarto infectado por la luz del demoníaco Brogdor?”, vocifera Possesed a la vez que empuja la puerta para mantenerla cerrada. Pesados hombros la golpean del otro lado, buscando tirarla abajo. “¡No entrarán, ni me tendrán de nuevo, impíos! Largaos ustedes, y vuestras asquerosas extremidades ponzoñosas.”
            Se fracturan las bisagras y se parten los cerrojos, la puerta cede; cayendo hacia atrás, justo sobre el enajenado. Los cientos de kilos con los que había reforzado la única entrada de la habitación se desplomaban ahora sobre su cabeza, casi se alegra Possesed al creer que acababa de experimentar una sensación provocada por el impacto.
            Los doctores, ataviados en sus trajes blancos y verdes, ingresan con extrema precaución, llevando en una mano una inyección por delante; y el otro brazo preparado para un eventual contraataque. El mayor de ellos portaba una lámpara, se quedó parado en la puerta para iluminar la habitación para el resto, que buscaban incesantemente a su potencial paciente. Tres hombres se requirieron para mover la puerta, y hallar a Possesed debajo; respirando normalmente, contra todo pronóstico. Poca resistencia opuso cuando lo cargaron, y lo trasladaron a su nuevo recinto: una hermosa celda blanca, con sus cuatro paredes acolchonadas, y tres grandes ventanas iluminándolo todo. Possesed la habría odiado, de no ser porque su mente había abandonado su cuerpo y huido lejos, a los brazos de sus deidades añoradas. Ahora sólo una sombra desfigurada del delgado cuerpo que tuvo alguna vez se agacha en una esquina, escondiéndose en sí mismo. Espera esa hora de la tarde, cuando la luz esquiva cualquier obstáculo entre la ventana y el horizonte, para ver todo teñirse de rojo, y sentirse un poco más humano.

1 comentario:

  1. te voy a decir algo y es la pura verdad,
    me gusto como describiste esa escena de tu mente, digo no todo el mundo tiene esa facilidad y la paciencia para describir situaciones.alcanzo a ver lo que transmites con ella y eso me fascina.
    suerte y creo que me estare echando vueltillas por vuestro blog.

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